CAPÍTULO 12
LE VOY A
MULTAR
La mañana transcurría con el ir y venir de médicos y
enfermeras, y Carlota y yo la mar de entretenidas. Esta distracción se acabó
cuando la niña, (muy graciosa ella) me dice:
_Mamá, hueles fatal.
_¿qué?
_Sí, aquí huele mal_ (señala debajo del brazo)
O sea, me huelen las axilas, está claro. Necesito una ducha,
pero en la UCI no creo que haya, y claro, no la dejo sola. ¿Dónde se ha metido
Alfredo? Este hombre…. Conociéndole seguro que se ha ido a trabajar, y yo lo
mato, directamente.
Se debió ver con la soga al cuello, pues Alfredo apareció en
el mismo instante en que ya iba derechita al Ocaso*.
_Cariño, todo bien, que te cuente Carlota. Necesito una
ducha.
_Si chiqs, la necesitas.
Dios, que vergüenza, ¿es que me ha olido todo el mundo? Pues yo
no huelo a nada, ni bien ni mal. Pero me voy a casa, a la bañera del tirón.
Le di un beso en la frente a una Carlota emocionada con su
padre contándole nuestra aventura con las flores que dibujé y luego sabiamente
rectificó Noelia, con su leche sola, con su “nuevo equipo de fútbol”…. La vi
feliz, y eso me hizo sonreír un poco..
Llegué a casa con las gafas empañadas, ya sabéis de que, y me
metí en la cocina. De repente me olvidé del olor a pocilga que desprendía y una
extraña fuerza se apoderó de mí. Abrí cajones, despensas, armarios y comencé
como una loca a tirar todo producto dulce que se cruzara por mis ojos. Pido
disculpas a la cantidad de personas que hubieran desayunado ese día, pero
reventé galletas, botes de nocilla, batidos, Nesquick, gusanitos, tabletas de
chocolate, magdalenas, sobaos, cereales azucarados…. No quería verlos jamás.
Llené dos bolsas de basura y salí a la calle. ¿Dónde leches se tira la basura
en este barrio? Caminé un rato que se hizo interminable y cuando lo conseguí
dejar en el cubo apareció la policía.
_Señorita disculpe_ Señorita, empezamos bien, pensé.
_Está prohibido tirar basura en este horario, ¿no lo ha leído
usted?
_¿¿¿¿Qué????
_Voy a tener que multarla, el horario de recogida de basuras
ya ha pasado.
No debí tener buen aspecto, pelos de loca, zapatillas de
correr, camiseta de hace un día, y un llanto desgarrador que sorprendió al
agente como si hubiera encontrado al mismísimo diablo.
_¿Qué lleva ahí?
_BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
_A ver….
_Señora…(¿no era señorita hace un momento?) usted no está mal
del todo, no es necesario que se frustre por tener que desprenderse de lo
dulce, el chocolate no es sano, pero tampoco hay que exagerar, seguro que en un
rato se le ha pasado. Quédese con algo.
_Mire usted, mi hija está en el hospital con una diabetes
recién diagnosticada, no se cuando volverá a casa, y no quiero que encuentre
nada dulce en ella.
Le dí pena, estoy convencida, y no me gustó. Ni un pelo. No
quiero dar pena. Quiero que Carlota no pase por esto, es imposible, lo sé. Pero
pena no quiero dar. Me giré muy digna. Y cuando llegué a casa me di cuenta de
que no llevaba la bolsa con el azúcar maldito.
A la ducha, ahora sí.
*Ocaso: En Málaga, cuando hablamos del seguro de los muertos.
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